Despierto al segundo pálpito
Con resaca de la noche anterior
Con un ardor en todo el cuerpo
Ardor de tarde de verano
Ardor de tus besos
Tus mordiscos
Ardor de las marionetas
Que me miran, me disparan
Y me avientan fuera del viento
Del viento de tu aliento,
Del aliento de tus hombros
Que me hacen despertar el instinto oscuro
De cada noche
Ahorcar tu deseo, sacar las entrañas
De tus gemidos y enterrar toda pista
Tuya de mis sábanas oscuras
Oscura como mi mente y agravio
Oscura como la necesidad de no tenerte
De esconderte entre parpados pesados
Que escapan de tu ombligo
Y que te matan cada vez
Que no me miras
Que te maldicen…
Hasta que llega el tercer pálpito.
1 comentario:
qué bueno esto de toparse con poesía, cuando parece no formar parte del cotidiano (muy a mi pesar).
Me encantan estos espacio de construcción, de simbolismo y donde se puede comprender que tenemos más de parecidos que de distintos en este mundo.
Volveré.
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